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A mi mamá le costaba recordar los nombres de todas las calles donde vivía. Todo lo que podía recordar de su niñez era fragmentado, como si fueran trozos de vidrio rotos sobre la acera.
Cuando yo era una niña, le pregunté a mi mamá dónde se crió y la cantidad de veces que se había mudado. Siempre respondía, “No lo sé. Ya no me acuerdo”. Cada vez que ella y sus padres se quedaban sin dinero, se iban al próximo apartamento en Dorchester, Mattapan y Roslindale. A mí también me cuesta recordar los detalles.
Esto es lo que sí recuerdo de la infancia de Kathleen:
Ella vivió durante mucho tiempo en Olney Street en Four Corners, Dorchester. Yo pensaba que la calle se llamaba “Only” hasta que busqué el nombre. A los cuatros años vio cuando arrestaron al último participante del atraco de Brinks frente a su apartamento. Ella me contaba esto con ilusión, como si hubiese sido algo que ocurrió hace nada más algunos meses. Mi mamá y sus padres iban a Tenean Beach donde en tres ocasiones por poco se ahoga. Debido a esas experiencias, todos los hijos de mi madre con capacidad de hacerlo aprendieron cómo nadar desde muy pequeños.
En sus manos tenía cicatrices en forma de vías férreas. Cuando tenía seis años, se cayó sobre una cerca mientras jugaba con su amiga, June, y se cortó las manos. Una vez mientras ayudaba a mi abuelo a recoger trozos de metal por dinero, sufrió lesiones más pequeñas. Pero esas cicatrices también las tenía en las manos. Dos veces un hombre en un Buick la siguió por el barrio. Ella tuvo que atravesar varios patios de atrás de las casas de gente ajena para poder escapar. Por esta razón, siempre estoy al tanto de mis alrededores.
Cada vez que mi madre se mudaba a un apartamento nuevo, dejaba algo atrás: una muñeca, una fotografía, y otras veces, un recuerdo. Me imagino que de alguna manera se convirtió en una tradición de la familia. Su madre había dejado atrás un país completo al otro lado del Atlántico.
Mi madre murió inesperadamente siete semanas después del fallecimiento repentino de mi padre en el 2017. Ahora todos sus recuerdos viven en mí, aunque se han vuelto más difíciles de acceder desde su partida. Volverlos a contar es como jugar al teléfono roto. Se entremezclan los recuerdos y lo que inventa mi cerebro para llenar las lagunas.
Tú también vives en los recuerdos de donde vives. A lo mejor mi madre dejaba atrás trozos de sí misma en cualquier casa que consideraba su hogar. Así que, en cualquier lugar donde vivamos tú y yo, dejamos un trocito de nosotros mismos.