Imagina que estás en casa con tu familia. Es un lugar donde te sientes seguro, cómodo y protegido de cualquier peligro. Tienes un trabajo estable que te permite pagar todas tus cuentas, comprar comida y ahorrar para el futuro. A lo mejor quieres usar tus ahorros en el pago inicial de una casa, o para tomarte unas vacaciones en la Florida y visitar a tu primo. Igual lo quieres invertir. Pero da igual. El tema es que tienes la oportunidad de ahorrar una parte de tus ingresos.
Ahora imagina que es hora de firmar un contrato nuevo. Tienes una buena relación con el dueño del edificio. Has sido buen inquilino durante años y el dueño es muy amable. No ha subido el alquiler en cinco años, es atento en cuanto al mantenimiento y cuando se presenta cualquier problema, lo escucha y lo resuelve.
Un día el dueño te dice que debido al aumento de demanda en el vecindario, incluyendo cambios a negocios locales, tiene que subir el alquiler conforme al típico aumento de 4 - 6% cada año. Para un apartamento de dos habitaciones, se anticipa que el promedio en el 2023 será $2,682. Esto genera una situación de mucho estrés, pues hay que conseguir más ingresos o encontrar otro lugar donde vivir. Uno comienza a revisar los anuncios para apartamentos en el mismo vecindario y ve que son del mismo precio o más. Los apartamentos con alquileres más razonables están a tres pueblos de distancia. Uno se preocupa por el desplazamiento y las vidas de todos sus seres queridos. Sería un cambio drástico para todos.
Desgraciadamente no le queda de otra.
Esto le puede suceder a cualquiera.
Es una experiencia que impacta a demasiada gente en este país. Les tengo mucha empatía a las innumerables familias afectadas por la crisis de vivienda cada año. El sistema está diseñado para afectar más a familias pobres o de color. Pero como están las cosas, esto puede sucederle a cualquiera que no sea ultra rico.
Normalmente el término usado cuando la gente adinerada se muda a una zona para “mejorar” las viviendas, atraer negocios nuevos y desplazar a los habitantes pobres se llama “gentrificación”. Es un término que todos hemos escuchado, sin embargo, es difícil identificar sus raíces. Hay varios factores históricos que nos han llevado al lugar donde estamos ahora, pero piensa en cómo afecta a todos nuestros barrios a una escala más grande.
Esta práctica elimina cualquier sentido de crisol en que fue fundado este país, no obstante, áreas diversas en otras partes de la ciudad demuestran que podemos coexistir. En nuestro propio Roxbury, los residentes puertorriqueños, hatianos, dominicanos y jamaiquinos integran culturas tradicionalmente africanas en una zona históricamente compartida con grandes poblaciones de judíos, irlandeses y latinos. Imagina si cada vecindario pudiera decir lo mismo. ¿Qué tan estupendo sería poder celebrar todas estas culturas de la misma manera?
La gentrificación elimina la oportunidad de tener una diversidad genuina en nuestra cultura, comida por la calle y vecinos. Seguro que hay alguna gente que quiere que todos los barrios tengan los mismos ambientes y diseños, pero la mayoría no. Todos nos beneficiamos de compartir nuestras experiencias y estilos de vida. Eso es un ejemplo clásico de cómo aprendemos, crecemos y entendemos que todos formamos parte de la humanidad.
Me siento agradecido por la oportunidad de trabajar fuertemente y poder pagar un lugar donde vivir. Pero también siento empatía hacia las personas en situaciones fuera de mi entendimiento que causan mucho estrés, incomodidad y tristeza en relación con la vivienda. Parece que esta empatía desaparece para algunos políticos, dueños de edificios y el sistema incesante del cual todos formamos parte.
Imagina si hubiera no solamente leyes federales y estatales sino también incentivos financieros para que los dueños crearan viviendas de precios asequibles y limitados en todas partes de la ciudad. Imagina si estas estructuras fueran diseñadas con la misma atención y consideración que las torres de lujo y que la gente pudiera vivir ahí cómodamente y ahorrar para lograr otros objetivos en la vida.
Imagina si cada cuadra de la ciudad alojara a una amplia coalición de personas con distintos tonos de piel, experiencias de vida y modos de ver el mundo. Imagina si nuestras ciudades tuviesen la intención de mantener a la gente fuera de la pobreza e inculcaran la empatía que tanto necesitamos para comprender que a veces la gente pasa por momentos difíciles y necesita ayuda, que no existe el trabajo no calificado y que nuestros vecindarios tienen el derecho a ser diversos.
Mis observaciones y sentido de lógica me dicen que si seguimos viviendo en burbujas donde todos somos iguales sin tener la oportunidad de experimentar cosas nuevas, donde exista la oportunidad para que todos prosperemos, al final es una pérdida para todos. Bajo aquel modelo, en el que la gentrificación es contundente y sin control, la gente sigue sufriendo. No podemos ser testigos de lo que sucede sin reconocer y confrontar la profunda injusticia que esto causa a nuestros prójimos.