View of a bedroom with a desk, window, and bed. There are many plants, art materials, other other ephemera on the desk next to the bed. The bed has a white, red, and blue patchwork quilt.

L Ande Smith

Calling Home - The Right to Saftey

Life rarely goes as planned; mine certainly hasn’t. Despite growing up in the Baptist church, which is very big on “works,” my father ran a mission growing up. I spent many afternoons after school and on weekends bagging beans and rice for the family bundles, restocking the food pantry, or sorting clothes in the thrift store. I shared many hot meals at the mission with local homeless and transient people and later participated in our town's version of Habitat for Humanity in high school. My family was still surprised when I turned toward socialism. Honestly, I’m not entirely sure how far “to the left” I am. I have rarely heard an argument for socialist reforms that I think isn’t more ideal than what we have now. My concern is about how we get there. 

In Christianity, I was taught that we work towards being as Christ was. It took me a long time to read the gospels again in any kind of positive way and not be flooded with religious trauma. Christ had little interest in material possessions. Christ cherished the poor and chose poverty. He worked with his hands as a carpenter. Christ valued friendship as highly, if not more highly, than romantic relationships. Though queer readings of the gospels would infuriate and blush the cheeks of my folks, I can’t help but see [Christ’s relationships as so many queer friendships], now). 


Home. A word made for comfort but wrought with pain. When we are not allowed to be seen as worthy because of our differences from our family, be it (dis)/ability, queerness, or neurodiversity. When trauma has made us difficult, the word “home”  feels less familiar and more like a place that exists only in movies. “Home” is supposed to be safe, but the reality is too many people are unsafe in their own homes. We all deserve the ability to rest, to truly rest, without the anxiety of whether or not we’ll be able to have a place to take that rest. 

Housing, then, is a fundamental human right. Housing here refers not just to a physical place but also to the ability to live one’s life safely– to be left the hell alone, save by those we choose and by our neighbors.

As an agoraphobe, I feel this acutely. That’s part of the problem for me: feeling things acutely. Acute PTSD is the technical diagnosis I was given for insurance purposes: “acute” as in active, daily; it is still difficult for me, on my worst days, not to see myself as more than my trauma. My physical ability to plan long-term has been damaged by this trauma [and by ADHD and other health issues]. Repeated trauma has left me struggling to function in society. I don’t come from money, but from the aspirant middle class [Marx called “petit-bourgeois”]. In my adult life, I have lived primarily paycheck to paycheck. 

My agoraphobia makes my home (mainly my studio) a haven and prison. My studio is full of plants and everything I need to make almost anything I can imagine, and most importantly: it’s a sanctuary for me as an artist and a place of healing. Anxiety, panic, tension headaches and, migraines, hypervigilance –are my frequent companions. Outside, these symptoms follow me, whether it is fear of harassment on public transport, an odor that triggers a flashback, or migraine on a regular enough basis (despite treatment) to make it hard for me to leave the house even when I want or need to. The days when I have a panic attack at the thought of leaving the house are the hardest. 

Neighborhoods and neighbors have little overlap these days. I love my neighborhood but don’t know any of my neighbors. Why bother getting to know one another when the expectation of people moving in the next rent cycle because they could just barely afford it to begin with? Rent control could potentially give us the stability to cultivate relationships. This is why parks are so important; green spaces, safe spaces for creative collaboration amongst neighbors. A place to cook together, to grow together. How are we supposed to know and support one another without knowing each other's stories?

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Son raras las veces que la vida sigue nuestro plan. Por lo menos en mi caso. A pesar de haberse criado en la iglesia bautista, la cual hace mucho énfasis en los “trabajos benéficos”, mi padre manejaba una misión. Pasé muchas tardes después de clase y muchos fines de semana empacando bolsas de frijoles y arroz para las familias, volviendo a llenar la despensa y organizando ropa de segunda mano.

Muchas veces comí en la misión con las personas sin techo o sin estabilidad y luego participé en la versión de Habitat for Humanity que había en nuestro pueblo cuando estaba en high school. Aún así, mi familia se sorprendió cuando me incliné hacia el socialismo. Sinceramente no sé qué tan “izquierdista” soy. Es poco común que escuche algún argumento a favor del socialismo que no supere nuestra realidad. Mi preocupación es cómo lo podemos realizar. 

En el cristianismo, me enseñaron que trabajamos para ser como Cristo. Me demoré en poder volver a leer el evangelio de una manera positiva que evitara la intensidad de cualquier trauma religioso. Cristo no tenía ningún interés en los efectos materiales. Cristo se encariñaba con los pobres y escogió la pobreza. Trabajó con las manos como carpintero. Cristo valoraba las amistades igual o más que las relaciones románticas. A pesar de que mi familia se enfurecía y se avergonzaba al ser presentados con lecturas queer del evangelio, ahora no puedo evitar ver que tantas amistades de Cristo eran amistades queer

“Hogar” es una palabra hecha para consuelo pero infundida de dolor. Es cuando nuestra familia no nos valora debido a nuestras diferencias, ya sea por tener una (dis) capacidad, ser queer o ser neurodiverso. Cuando un trauma nos ha vuelto difíciles, la palabra “hogar” se siente más ajena, más bien como algo que existe exclusivamente en el cine. Un “hogar” debería ser un lugar seguro, pero la realidad es que mucha gente no está segura en sus propios hogares. Todos merecemos poder descansar sin sentirnos ansiosos sobre si vamos a tener un lugar así o no. 

Como agoráfobe, esto lo siento con mucha fuerza. Para mí es parte del problema, el sentir cosas de manera fuerte. En el seguro médico me diagnosticaron estrés postraumático agudo. “Agudo” por ser algo diario. En mis días más difíciles, me resulta difícil verme como algo más que mi trauma. Mi capacidad física de hacer planes a largo plazo ha sido dañada, además del TDAH y otros problemas de salud. Su repetición constante ha hecho que sea difícil para mí navegar la sociedad. No vengo de una familia adinerada, sino de la clase media aspirante, lo que Marx llamaba la pequeña burguesía. Ahora que soy adulto, apenas me alcanza para vivir.

Mi agorafobia hace que mi hogar (que sobre todo, es mi taller) sea un santuario tanto como una prisión. Está lleno de plantas y todo lo que necesito para hacer cualquier cosa que pueda imaginar. Lo más importante es que es mi santuario como artista y también un lugar de sanación. La ansiedad, el pánico, los dolores de cabeza, las migrañas y la hipervigilancia son mis compañeros más constantes. Fuera del taller estos síntomas me siguen, ya sea el miedo a acoso en el transporte público, un olor que provoca un flashback o una migraña que sigue volviendo a pesar del tratamiento. Todo esto hace que sea difícil salir de la casa incluso cuando es necesario. Los días más duros son en los que tengo un ataque de pánico cuando pienso en salir de la casa. 

Hoy en día los vecinos y vecindarios tienen poco en común. Me encanta mi vecindario pero no conozco a ninguno de mis vecinos. ¿Por qué conocer a los demás cuando lo más probable es que se muden en algún momento porque el alquiler se vuelve muy caro? El control de alquileres posiblemente nos daría la estabilidad necesaria para cultivar relaciones. Por esto los parques son tan importantes—los espacios verdes y seguros donde los vecinos pueden colaborar creativamente y tener un lugar para cocinar y crecer juntos. ¿Cómo podemos conocernos y apoyarnos sin conocer las historias de los demás?