Nabila Anandira
i am from cracked pavements and weathered brick and peeling wallpaper and a broken AC;
from the apartment building that does not care to remember whose names are listed on her mailboxes because tenants turn over too quick for her to even say hello;
from the closet too crowded to separate
mom’s blouses from
dad’s long johns from
brother’s tshirts from
sister’s jeans;
from clothes that always smell like mom’s cooking because the rooms are packed so close together that there is not enough space for
scents to travel for
sounds to travel for
people to travel for
feelings to travel;
i am from walls that were never painted hot pink for my girly-girl phase and then a pastel turquoise for my I’m-grown-and-mature phase and then chevron print for that weird phase in 2014 because
our walls were never our own and
my bedroom was never my own and
there are only so many ways to tetris a family of four into a room built for one so they remained a dull, off-white, stained with grease and markers and promises that one day we’d have our own;
from mismatched furniture, never newly bought, but collected over years of helping family friends move
and move
and move
because buying new things would be a waste if we could be deported tomorrow or the next day or the next;
i am from webster ave down washington street looping around lincoln park, where I first learned to drive and eventually advanced to roller skating, before the bulldozers plowed away paths that I had walked so often they were engraved into my heart…in the name of renovation;
from jack hammers drilling drilling drilling holes into the streets
i am from busy streets and
streets intersecting and
streets swallowing up the sidewalk
streets waking up early in the morning and
keeping up late at night
i am from the teen room in the public library––a home that didn’t demand rent from friends who were all too embarrassed of their own homes to invite people over, one with free wifi and temperature control and computers for use and the kind librarian who dug in her own purse to give me a tampon when the bathroom was out of stock
i am from the family run Korean market across the street that supplied us with
tofu and
bok choy and
bean sprouts and
shrimp crackers and
dried seaweed and
yakult and
pocky sticks and
gifted me a big juicy Korean pear when my mom so proudly shared that I was graduating high school;
i am from the new cafe selling overpriced coffee brewed from the dreams of the families that were uprooted to make space for the yoga studio next door;
i am from the YMCA that got swept away by a tornado of cookie cutter condos that cost three yellow goose feathers and a mermaid’s tear of true sadness to live in;
i am from don’t let yourself blink or you risk opening your eyes up to a neighborhood that you could once paint from memory but now you no longer know what street will lead you to your favorite convenience store and what street will take you to
“PRIVATE PROPERTY.
NO SOLICITING NO LOITERING NO TRESPASSING.
MONITORED BY VIDEO SURVEILLANCE.”
i am from every shooting star and fallen eyelash and blown dandelion carrying the wishes of all the children who ache to know what home feels like when there is no fear of leaving behind their favorite stuffed animal or the original copy of their birth certificate or the only existing picture of their mother’s birth father when they move to the next;
i am from never getting the chance to say goodbye to all the lives I
have lived and could have lived and should have lived.
i am from my mother and my father and
their mothers and their fathers who did the best they could with temporary.
i am from please let me now learn the comfort of permanence.
Soy de pavimento agrietado, ladrillos erosionados, papel de colgadura descascarillado y un aire acondicionado roto;
Soy del edificio de apartamentos al que no le importa recordar los nombres en los buzones porque los inquilinos se mudan con tanta frecuencia que ni siquiera hay tiempo para saludarlos.
En el closet hay demasiados artículos y no logro separar
las blusas de mamá
los pantalones térmicos de papá
las camisetas de mi hermano
los jeans de mi hermana.
La ropa que siempre huele a lo que cocina mamá porque los dormitorios están tan cerca uno del otro que no hay suficiente espacio para que
circulen los aromas,
circulen los sonidos,
circulen las personas,
circulen los sentimientos.
Soy de paredes que jamás fueron pintadas rosa eléctrico para mi fase de chica muy femenina y después un turquesa pastel para mi fase de “soy muy madura” y entonces el patrón de chevron para esa fase rara en 2014 porque
nuestras paredes nunca fueron nuestras
mi habitación nunca fue mía
y hay un límite sobre cuántas maneras uno puede hacer tetris para meter una familia de cuatro en una habitación para una sola persona, por lo tanto permanecieron en un color crema aburrido con manchas de aceite y markers y promesas de que algún día tendríamos nuestras propias.
Desde los muebles que no hacía juego, jamás muebles nuevos sino acumulados a lo largo de años de ayudar a los amigos de la familia a mudarse
y mudarse
y mudarse
porque comprar cosas nuevas sería una pérdida si nos deportarían mañana o al día siguiente, o el siguiente.
Soy de webster ave donde cruza con washington street y da la vuelta al lincoln park, donde aprendí a manejar y luego patinar hasta que los bulldozers destruyeron los caminos que había tomado tantas veces que se habían grabado en mi corazón…en el nombre de la remodelación;
Desde los martillos neumáticos que perforan la calle una vez tras otra,
soy de calles movidas
calles que cruzan,
calles que se tragan la acera,
calles que amanecen temprano y
se quedan despiertas hasta tarde.
Soy del salón para adolescentes de la biblioteca municipal—de un hogar que no exigía alquiler de amigos que sentían vergüenza de invitar a la gente a donde ellos vivían, un hogar con wifi gratis y aire acondicionado y computadores que la gente podía usar y la bibliotecaria tan amable que me dio un tampón de su propia cartera cuando ya no había más en el baño.
Soy del mercado donde los dueños son una familia coreana que nos daba
Tofu y
bok choy y
brotes de soja y
galleticas de camarones y
alga marina seca y
yakulty y
pocky sticks y
Me regalaron una pera coreana grande y jugosa cuando mi mamá les dijo tan orgullosamente que me estaba graduando del high school.
Soy del café nuevo que se vendía muy caro hecho de los sueños de las familias desplazadas para poder hacerle espacio al estudio de yoga del lado;
Soy del YMCA que fue destruido por un tornado de condominios idénticos entre sí que cuestan tres plumas de un ganso amarillo y una lagrima de autentica tristeza de una sirena;
Soy de donde no puedo permitirme parpadear porque al abrir los ojos ya no es un barrio que antes podías pintar de memoria sino que ahora no sabes cuál calle te llevará a tu bodega favorita y cuál te llevará a:
“PROPIEDAD PRIVADA.
SE PROHÍBE PUBLICIDAD SE PROHÍBE DEAMBULAR SE PROHÍBE ENTRAR
ESTE LUGAR ESTÁ VIGILADO POR VIDEOCÁMARAS”
Soy de todas las estrellas fugaces y pestañas caídas y diente de león marrón que lleva todos los deseos de los niños que añoran saber cómo es un lugar cuando no hay ningún miedo de dejar atrás a su animal de peluche favorito o su acta de nacimiento original o la única foto del padre biológico de su madre cuando se mudan a otro sitio.
Soy de donde nunca tuve la oportunidad de despedirme de todas las vidas que he vivido y puedo haber vivido y que debería haber vivido.
Soy de mi madre y mi padre y sus madres y sus padres que hicieron
lo mejor que pudieron con lo temporal.
Soy de por favor ahora permítanme aprender la comodidad de la permanencia.